Foto cortesía de fensterbme
De primera instancia cuando pensamos en el lenguaje lo asociamos a su uso instrumental, es decir, cómo el lenguaje nos facilita movernos en el mundo proveyéndonos de nombres para las cosas y haciendo posible la comunicación con nuestros semejantes. Sin embargo, existe otra dimensión del lenguaje, más “humana” si se quiere, y es que el lenguaje constituye la textura misma de nuestra subjetividad. Es con palabras que construimos nuestra realidad psíquica y nos acercamos a ella.
Para comprender esto debemos entender que una palabra es mucho más que una simple etiqueta que le ponemos a las cosas. Cada palabra nos viene dada cargada de significados, de sentidos que son compartidos por una comunidad de hablantes. En ellas están contenidos elementos tan subjetivos como gestos, posturas corporales, el sentido de quién la utiliza, el propósito con que es utilizada. Al aprender una palabra aprendemos todo esto aún sin darnos cuenta. Es por ello que decimos que aprender un lenguaje no se reduce a aprender los nombres de las cosas, es aprender una forma de vida. La palabra “amor” podrá significar cosas distintas dependiendo del contexto en que la aprendimos, de las distintas actitudes que la acompañaban. Si la madre le dice al niño “te amo” y lo abraza cada vez que éste presta sus juguetes a su hermanito, el niño entenderá que el amor significa compartir, no ser egoísta, etc. Luego, cuando reconozca en sí mismo una disposición a dar de lo suyo, a compartir con sus semejantes, lo entenderá como “amor” y dirá entonces que ama.
Es justamente por eso, porque las palabras están tan plenas de sentido que podemos reconocer a través de ellas nuestros estados internos y expresarlos. El uso que hacemos de las palabras nos permite así ir conformando nuestra propia interioridad. El lenguaje se constituye como el origen de nuestra conciencia. Nos convertimos en “sujetos” cuando somos capaces de “narrarnos” a nosotros mismos nuestras vivencias en base a un conjunto de significados. Las palabras que utilizo para expresarme y para expresarte a ti lo que siento van enriqueciendo mi vida psíquica. Me permiten darle nuevas formas de expresión a mis estados anímicos y sensaciones con lo cual las conozco mejor.
De allí que no es hasta que el niño aprende a hablar que podemos afirmar que tiene una vida psíquica, una conciencia de sí mismo. Cuando el niño es capaz de sustituir una sensación de dolor por la palabra “dolor” y dice “me duele”, es que podemos afirmar que ha aprendido la palabra “dolor” y lo que ésta representa en todo su contexto. El sólo hecho de haber elegido esa palabra y no otra se debe a que ha aprendido a reconocer en sí mismo el dolor y a distinguirlo por ejemplo de otras sensaciones que tiene. De esta manera comienza entonces a crear su mundo interior. A medida que crezca y vaya aprendiendo nuevas palabras, nuevos conceptos, será capaz de conocer con más precisión lo que siente. Se dirá a sí mismo por ejemplo que tiene un dolor tenue o agudo, hasta podrá expresarlo metafóricamente diciendo que su dolor es “enceguecedor”. El punto está en que sin las palabras apropiadas no hubiese podido siquiera sentir o percibir su dolor como “tenue” “agudo” o “enceguecedor”.
En el proceso entonces de ir adquiriendo nuevas palabras con las cuales darle expresión a lo que sentimos, de esa manera conocemos más acerca de nosotros mismos. A medida que vayamos ampliando nuestro vocabulario con conceptos cada vez más ricos, más complejos, en esa medida seremos capaces de expresar y reconocer en nosotros toda la gama y sutilezas de nuestros estados internos. El lenguaje funciona así como una luz que ilumina nuestra interioridad permitiéndonos captar y percibir sentimientos, sensaciones que no sabíamos siquiera que las teníamos. Porque no se trata sólo de la expresión de nuestros estados de ánimo sino más allá de ésto, la posibilidad misma de conocerlos.
Entendiendo el lenguaje como instrumento de conocimiento el uso que se haga de éste nos permitirá enriquecer y ampliar nuestra conciencia, no sólo a través de nuestro propio discurso sino también la manera en que escuchamos el discurso de otros; la manera en que nos apropiamos y hacemos nuestras las palabras que se nos ofrece. Tus palabras me tocan, a través de lo que me dices, la manera en que lo dices. Soy capaz de utilizar tu discurso para entenderme y rehacerme a mí misma.
Lo importante es estar abiertos a reconocernos en el discurso del otro, sea éste el género que sea. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido inquietos y confundidos por estados de ánimo que no podemos articular ya que ni siquiera los entendemos nosotros mismos y entonces nos topamos con una frase en un poema, y nos quedamos tan sorprendidos porque refleja exactamente lo que sentimos?
Cuando leemos una novela, tocándola superficialmente, para distraernos – a modo quizás de huida de nosotros mismos –, estamos cerrando la puerta a lo que su lectura es capaz de hacer por nosotros. Si en cambio nos dejamos afectar por la forma y sutilezas de su lenguaje, apropiándonos de sus palabras, descubriendo nuevos modos de expresión que hacemos nuestros, de esta manera convertimos la obra en una vía de acceso a nuestra propia interioridad. Más aún, con ese nuevo bagaje adquirido comenzamos a captar en nosotros y en los demás, deseos, sensaciones antes no percibidas.
Y es que de esto se trata: de entender este otro uso más “humano” del lenguaje como la posibilidad que tenemos de acercarnos a nuestra realidad psíquica. De entender cómo las palabras que utilizamos pueden tocar las fibras más íntimas de nuestra subjetividad. Y así, a medida que nos vamos ejercitando en esta práctica del lenguaje y vayamos adquiriendo nuevas posibilidades de expresión, estaremos enriqueciendo cada vez más nuestra vida interior.
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Entonces las palabras tienen un significado para quien las dice mas no tienen que tener el mismo significado para quien las escucha. Partiendo de esta base podemos decir que tienen mayor relevancia los gestos, posturas corporales,….. a las palabras no?. Estaria equivocado si me pregunto «Son las palabras una herramienta para engañar a otros?»
Te tengo unas pregunticas mss:
1. Si no conocieramos las palabras, podriamos pensar?
2. Si existiera la telepatia, seguiriamos comunicandonos con palabras?
Juan, muy interesante tu comentario. Nos podemos entender unos a otros justamente porque el lenguaje que utilizamos es un lenguaje común a todos, porque refleja una comunidad de hablantes. Esto precisamente se refiere a un argumento de Wittgenstein – filósofo austríaco – que se conoce como el Argumento en contra del lenguaje privado. No existe un lenguaje privado en el cual cada uno llamaría a las cosas como quisiera, nos podemos entender justamente porque el lenguaje que utilizamos es compartido por todos, porque para mí la palabra «amor» significa a grandes rasgos lo mismo que para ti.
Ahora bien, los gestos, esto lo decía un filósofo llamado francés llamado Merleau-Ponty, es el lenguaje mismo, el lenguaje es gestual, ese es su significado original, de allí surge el lenguaje de los gestos y nos entendemos porque cuando pensamos en una palabra lo asociamos con toda la gestualidad que trae implícita. Así es que en primer lugar lo aprendimos cuando éramos niños.
Gracias por tus comentarios.
Bladimir: El pensamiento está hecho de palabras. Sin palabras no hay pensamiento. ¿No sé si te acuerdas de esos casos de «niños salvajes» que han vivido en la selva alejados de los seres humanos? No tienen palabras, son como animalitos que no pueden pensar, razonar, sólo funcionan instintivamente. Para pensar necesitamos de conceptos.
En cuanto a lo de la telepatía, no sé si sería posible el comunicarse telepáticamente, por lo menos no nosotros los humanos. En todo caso si la telepatía fuera posible me imagino yo que sería una comunicación mental, una especie de transmisión de pensamientos, pero hay pensamientos, y los pensamientos están hechos de palabras, a menos, claro está – y estaríamos solo elucubrando – que la telepatía fuera una comunicación a nivel de sensaciones, sentimientos en el que de sólo ver a la otra persona ya sabríamos que sentiría. Esta pregunta de todos modos es un buen ejercicio para pensar.
Gracias Bladimir por visitar mi página.
HERMOSO ARTICULO.
Parece que «el habla» comienza con un juego de imitación de los primeros balbuceos en la relación madre-hijo.
El Lenguaje escrito se aprende tambien oralmente, la maestra le dice a uno que: ahi dice, «ma» o «pa», etc.
HERMOSO.
Pero lo que no comprendo es la relación de nuestro lenguaje
con el «silencio interno» en el cual se origina. ¿O somos como
procesadores de un habla ya-dada, o construimos modos nuevos de decir y decirnos? ¿Ambas cosas? ¿Cómo?
Gracias.
Yo creo que ambos Juan, venimos al mundo y nos encontramos con un lenguaje que es anterior a nosotros y estamos al mismo tiempo creando nuevas formas de expresión basadas en ese lenguaje compartido.
Saludos Juan!
excelente esta entrada… excelente blog. saludos, buen 2010!
Quiero entender que eres poaret de esta labor del lenguaje para que pueda crecer internamente. Es parte de la tarea.
Aún así quiero saber más. Qué y quien los motiva a ésto?