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Archive for the ‘Paradoja’ Category

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En Gaussianos leo esta interesante paradoja en contra del libre albedrío y la respuesta que le da Isaac Asimov. Más abajo la opinión del autor del artículo sobre la interpretación de Asimov:

El artículo de hoy trata sobre una de las paradojas más enigmáticas que conozco. No es una paradoja de la intuición del estilo de la paradoja del cumpleaños, la paradoja de la banda esférica, la paradoja de Banach-Tarski o la paradoja de Smale (ya que de éstas puede darse una explicación razonable) sino más bien está al nivel de la famosísima paradoja de Russell. Hablamos, como reza el título de post, de la paradoja de Newcomb.

Esta paradoja fue ideada por el físico teórico William Newcomb, del Laboratorio Lawrence Livermore de la Universidad de California, en 1960. Años más tarde llegó a manos de Robert Nozick, filósofo de la Universidad de Harvard, que fue quien se encargó de difundirla a través de su artículo Newcomb’s Problem and Two Principles of Choice.

El juego de las cajas

Vamos a introducir la paradoja de Newcomb mediante el siguiente juego:

Imaginemos que estamos sentados frente a dos cajas, que llamaremos C1 y C2. La caja C1 contiene 1000 € mientras que la caja C2 puede contener un millón de euros o no contener nada. Tenemos dos posibles elecciones:

1.- Tomar la caja C2 solamente.
2.- Tomar ambas cajas.

En algún momento anterior a nuestra elección un Ser Superior (que podría ser una inteligencia de otro planeta o algo parecido), que es capaz de predecir con casi total exactitud lo que vamos a elegir, entra en escena de la siguiente forma: si predice que vamos a elegir solamente C2 mete el millón de euros en ella y si predice que vamos a tomar las dos cajas deja C2 vacía (si predice que vamos a utilizar algún método de elección aleatoria, como tirar una moneda y elegir C2 si sale cara o las dos cajas si sale cruz, dejará C2 vacía).

Partiendo de que nuestro objetivo es obtener la mayor ganancia posible la pregunta es evidente: ¿Cuál es la mejor elección?  (más…)

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Es obvio que existo, sino ¿quién es la que está escribiendo estas palabras en frente de un computador en estos precisos momentos? Sólo los psicóticos podrían tener estas dudas ¿no? ¿Y si fuera una sueño? ¿Y si todo, las palabras, la computadora, yo, el mundo, el tiempo no fuesen más que ideas en mi mente puestas en mí por un genio maligno con el único propósito de engañarme? Además, ¿con qué derecho digo yo que soy «yo»? ¿Quién es este «yo»? ¿Soy mi cuerpo o mi mente o soy el resultado de una simple conexión sináptica entre mis neuronas? Son preguntas que uno se hace de vez en cuando… sobre todo cuando esta aburrido. Pero empecemos por el principio. 

 

Descartes inauguró la noción de subjetividad que marcó el inicio del pensamiento moderno. De acuerdo con Descartes el sujeto es este ego, este “yo” dirigido hacia el mundo. Se trata de un “yo” racional que tiene la facultad de establecerse metas y alcanzarlas, que es capaz de controlar sus emociones y disciplinarse a sí mismo. El “self” aquí es el “locus de control”, el dueño de sus acciones. No hay nada para este sujeto que no pueda alcanzar ni conocer mientras se deje guiar por la razón. Es una “mente pensante”, capaz de descifrar los misterios de la naturaleza así como un agente moral que actúa en el mundo.

 

Pero debemos preguntarnos: ¿qué queremos decir realmente cuando hablamos de un “self”? ¿Podemos en realidad hablar de un “self” en primer lugar? ¿Quién es este “yo” al cual me refiero cuando digo: tengo hambre, estoy triste, me engañaste, mis rodillas me duelen? ¿Quién es este «yo» cuyo objetivo primordial es alcanzar la felicidad o ser eficiente y productivo en su relación con el mundo? 

 

Para David Hume, uno de los filósofos más importantes de la filosofía occidental,  representante de la corriente empirista, no hay un “self” como tal. Si buscamos dentro de nosotros, afirma, nunca veremos un “yo”,  lo que vemos es una percepción, una impresión, una experiencia, pero no al sujeto de esa experiencia. El «self» para Hume no es más que un «haz de percepciones». Cuando estamos absortos contemplando una puesta de sol por ejemplo no hay ningún “yo” allí presente, lo que hay es una experiencia, una visión, una sensación pero no un “yo”. Es sólo cuando “salimos” de la experiencia y nos preguntamos “quién” está contemplando esa puesta de sol es que le atribuimos a alguien –  a nosotros mismos – esa experiencia. Pero como dice Hume esto no es más que una ilusión. Tenemos la tendencia a adscribirle esas sensaciones o impresiones a alguien. Debe ser “alguien” el que contempla esa puesta de sol, cuando en realidad de lo único que se puede hablar es de una “visión de una puesta de sol”, una percepción. Según esto no podemos decir “yo miro una puesta de sol”, sólo podemos decir “hay una percepción de una puesta de sol”.

 

Fuera de la tradición filosófica occidental y siguiendo esta misma línea de pensamiento encontramos la filosofía budista. El budismo niega igualmente la idea de un self que es el sujeto de la experiencia. Para el budismo no hay un “yo” permanente al cual se le podrían adscribir todas nuestras percepciones. Lo que define a la naturaleza es el cambio permanente. Nuestro cuerpo cambia constantemente. No somos ahora lo que fuimos ayer. Nuestras células están constantemente modificándose. No somos la misma persona de hace un minuto atrás. Para el budismo, este cambio permanente que nos define hace que no podamos asumir que existe una unidad subyacente al flujo de esas experiencias.

 

Sin embargo, es evidente para nosotros que somos “alguien”. Que soy la misma persona que nació hace tantos años, que me llamo así, que este es “mi” cuerpo y que tengo una historia, que he tenido unas experiencias, que he recorrido un camino manteniéndome siempre yo misma. Es lo más natural del mundo para nosotros suponer que somos el sujeto al que subyacen todas esas experiencias. No sólo lo digo yo. Lo dicen también todos los que me conocen que me ven por la calle y me llaman por ni nombre. Por eso nos resulta tan incomprensible esta idea.

 

Pero entonces si no hay un “yo” ¿quién está teniendo estas percepciones? ¿Quién o qué está teniendo la experiencia de este cuerpo físico y estos contenidos mentales, imágenes, ideas, sensaciones, emociones? Para el budismo, al igual que para Hume, la idea del self no es más que una ilusión. Es la mente la que construye momentos de aparente estabilidad a partir de un mundo inherentemente inestable; la que está creando artificialmente momentos virtuales de permanencia a partir de un universo impermanente. Es la mente la que crea una idea de “self” de un proceso que es totalmente impersonal. Este “self” investido de cualidades que no posee, se convierte en el elemento central y dominante de la vida psíquica, confundiendo el flujo de experiencias contingentes en una entidad estable y permanente en el tiempo.

 

Cabe aquí la pregunta: ¿quién es entonces el que experimenta esta “ilusión” de un “yo”? Porque para engañarme a mí misma debo ser alguien. Si acepto que me engaño pensando que soy un “yo” cuando de hecho no lo soy resulta que de todas maneras soy “alguien”, alguien que se engaña a sí misma! O como el argumento del sueño: puedo pensar que todo es un sueño, que sueño que hay árboles, esta casa, esta computadora, que existo yo aquí sentada frente a la computadora, puede que todo sea un sueño, pero debo ser alguien porque sólo «alguien» sueña!

 

Volvemos así a Descartes. Se trata del mismo argumento que utilizó para demostrar que existe a pesar de que se engañe, a pesar de que dude acerca de todo incluso acerca de su propia existencia. Pienso, luego existo. Sólo por pensar, aún engañandome acerca de lo que pienso, si me engaño, existo. Una verdad totalmente irrefutable, ¿no es cierto?

 

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