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Archive for the ‘Relación mente-cuerpo’ Category

Existen dos tipos de personas: los que piensan y los que actuanExisten dos tipos de personas: los que piensan y los que actúan. Los primeros aprecian la actividad intelectual, el pensar por el pensar, les gusta sumergirse en las profundidades de la mente, en el análisis y la búsqueda de respuestas, se regocijan en los vaivenes de la imaginación y de lo posible. En general podría decirse que son metódicos, ponderados, precavidos antes que nada. Algunos dirían que son simplemente cobardes o en el mejor de los casos, perezosos. Los segundos, interesados en la acción, no pierden mucho tiempo en la reflexión, en la deliberación. Sabemos que tomar una decisión no es tarea fácil pero para el hombre de acción el actuar no es más que la consecuencia lógica de un proceso intelectual: se piensa, se decide y luego, como es natural, se pone en práctica la decisión tomada. El pensar aquí es un pensar productivo, orientado a la acción, a lo concreto. Se quiere y se desea un resultado, procurar una forma, delimitar, hacer la idea cuerpo, plasmarla en la realidad. El actuar como concreción del pensar, como expresión palpable del pensamiento.

El actuar es un pensar comprometido. El que piensa en cambio no se arriesga, no toma partido, que es a final de cuentas como estar muerto. Es fácil quedarse en el pensamiento. En la mente todo está abierto, es el mundo de las posibilidades, de lo que “podría” ser. La persona de acción en cambio sabe que tiene que hacer sacrificios y los asume, sabe que “ésta” decisión deja afuera todas las demás, que “ésta” alternativa deja de lado – para siempre – todas las otras posibilidades. Si el hombre de acción es audaz, emprendedor, el “pensador” no se atreve, duda, es inseguro y tiende a la inercia. No se da cuenta de que toda decisión se toma en incertidumbre.

Si el pensar es pasado o futuro el actuar es presente puro. El hombre de acción está ocupado en el presente. El que piensa en cambio está amarrado al pasado – lo que pude haber hecho y no hice, lo que pude haber sido y no fui – , o en el futuro – ¿y si sucede esto o lo otro?, ¿y si las cosas no salen como espero? De cualquier manera tiene un pie aquí y uno allá.

Si el pensar es mente, el actuar es cuerpo, si el pensar es psique el actuar es soma. Winnicott decía que el pensar exacerbado no es más que el intento de la mente de llenar un vacío, de alimentar una falta, de sustituir, en otras palabras, al cuerpo que no es otra cosa que la afectividad y las emociones.

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Un nuevo estudio acaba de demostrar que el amor y el odio activan las mismas zonas en el cerebro

Científicos británicos descubrieron el mecanismo del cerebro humano que produce que odiemos a alguien. 

Y la zona donde se inicia esta poderosa emoción está íntimamente relacionada al área cerebral donde se produce el amor, afirmó la investigación llevada a cabo en la Universidad de Londres.

El estudio -publicado en la revista de la Biblioteca Pública de Ciencia, PLoS One– analizó a varios voluntarios que miraran fotografías de alguien a quien odiaban.

Descubrieron que se activaban una serie de circuitos cerebrales en un área del cerebro que comparte ciertas estructuras asociadas al amor romántico.

Pasión «interesante»

«El odio a menudo es considerado una pasión malvada que debe ser reprimida, controlada y erradicada» explicó el profesor Semir Zeki, del Laboratorio Wellcome de Neurobiología de la Universidad de Londres y quien dirigió el estudio.

«Pero para los neurobiólogos el odio es una pasión tan interesante como el amor«.

«Porque igual que el amor, el odio a menudo parece ser irracional y puede conducir al individuo a conductas heroicas o malvadas. ¿Cómo es posible que dos sentimientos tan opuestos conduzcan al mismo comportamiento?».

Esa es la pregunta que se planteó el profesor Zeki al iniciar este estudio, que es la continuación de otras investigaciones previas en su laboratorio sobre los mecanismos cerebrales del amor romántico y el amor maternal.

En el nuevo estudio Zeki y su equipo se concentraron específicamente en el odio que siente el ser humano hacia otro individuo.

En la investigación participaron 17 voluntarios, tanto hombres como mujeres, elegidos porque dijeron sentir profundo odio hacia otra persona.

Los científicos llevaron a cabo escáneres cerebrales mientras los participantes miraban tanto la fotografía de la persona odiada, como fotografías de rostros «neutrales» que les eran familiares. 

«Cuando miraban el rostro de la persona odiada -señalaron los autores- se produjo actividad en zonas cerebrales que puede ser consideradas el «circuito del odio».

Este circuito del odio incluye estructuras en la corteza y la subcorteza cerebral y tiene componentes que también se activan cuando se genera una conducta agresiva.

El cerebro funciona traduciendo estas señales de los circuitos cerebrales en acciones, como la planeación de movimientos del cuerpo.

Y el circuito del odio también está ubicado en una parte de la corteza frontal que se cree es muy importante en la predicción de las acciones de los demás.

Quizás, explican los científicos, esto es lo que nos hace actuar cuando nos enfrentamos a una persona odiada.

Odio crítico

Pero lo que más sorprendió a los investigadores fue descubrir que el circuito del odio también produce actividad en dos estructuras de la subcorteza cerebral: el putamen y la ínsula

Según el profesor Zeki «es muy interesante que el putamen y la ínsula también se activan con el amor romántico«.

«Pero no es tan sorprendente considerando que el putamen también podría estar involucrado en actos agresivos en un contexto romántico, como en situaciones donde un rival presenta una amenaza».

Los investigadores también descubrieron una diferencia importante en la actividad cortical que producen tanto el odio como el amor.

«Mientras que en el amor grandes partes de la corteza asociadas al juicio y razonamiento se desactivan, con el odio sólo se desactiva una pequeña zona», explicaron los autores.

Los investigadores creen que esto es sorprendente si consideramos que el odio también es, como el amor, una pasión que nos consume totalmente.

Pero mientras que en el amor romántico el amante pocas veces es crítico o juzga a la persona amada, en el contexto del odio, el que odia utiliza su criterio y es calculador para hacer daño, herir o vengarse de la persona odiada.

Otra diferencia es que el amor romántico está dirigido a una sola persona, pero el odio puede ser experimentado contra varios individuos o grupos, como en el caso del odio racial, político o sexual.

El profesor Zaki y su equipo planean ahora centrar sus investigaciones en estas diferentes variedades del odio.

Fuente: BBC

Foto sis

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Al igual que ocurre con la depresión o la ansiedad, en algunos individuos los trastornos de la conducta podrían tener más base biológica de lo que hasta ahora se pensaba.

Según un estudio publicado en la revista Biological Psychiatry el comportamiento antisocial entre los adolescentes podría estar relacionado con una baja producción de cortisol, la hormona del estrés.

El estudio lo ha realizado un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) dirigido por el doctor Graeme Fairchild y el profesor Ian Goodyer, con la subvención de la organización benéfica británica Wellcome Trust.

Normalmente, las situaciones o hechos que provocan estrés, como tener que hablar en público o pasar un examen, disparan la producción de cortisol.

Se trata de una hormona esteroide cuya función es la de ayudar a controlar el estrés ya que reprime los impulsos e induce a tener un comportamiento más cauteloso.

En el estudio han participado 165 adolescentes varones de entre 14 y 18 años, con y sin problemas de conducta, a los cuales se les tomó muestras de saliva para medir sus niveles de cortisol en distintas situaciones.

Durante tres días consecutivos hicieron varias medidas de la hormona en la saliva, por la mañana y por la tarde, para saber el ritmo de producción diario en condiciones normales.

A continuación se les sometió a una experiencia estresante que les provocara enfado y frustración, antes e inmediatamente después de la cual hicieron nuevas mediciones.

Con los datos tomados, los investigadores descubrieron que entre uno y otro grupo de adolescentes existían diferencias importantes: los que tenían un trastorno de conducta severo diagnosticado secretaban menos cortisol que los que no lo tenían cuando se enfrentaban a las pruebas.

Los investigadores señalan que la correlación hallada entre hormona y conducta sugiere que, al menos en algunos casos, el desequilibrio de cortisol podría ser la razón del comportamiento antisocial de algunos jóvenes con este tipo de trastorno.

«Si entendemos con precisión qué subyace a la incapacidad de dar una respuesta normal al estrés, quizá seamos capaces de diseñar nuevos tratamientos para los problemas de conducta severos», explicó Fairchild en un comunicado de prensa.

Unos tratamientos que, añade, ofrecerían «la posibilidad de mejorar la vida de los adolescentes afectados y de las comunidades donde viven».

Fuente: adn.es

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Una persona va al psiquiatra y le cuenta que no se ha estado sintiendo bien desde hace unas semanas. Dice que su novia lo ha dejado por otro hombre. Se queja de que no está durmiendo bien, no está comiendo y ha perdido interés en todas sus actividades normales. ¿Debe el doctor diagnosticar este caso como depresión clínica? ¿O no es más que una consecuencia natural de las tribulaciones normales de la vida, aquellas situaciones que se nos presentan de vez en cuando que nos hacen sufrir y pasar un mal rato?

 

Esta es una de las críticas que se le hacen a la psiquiatría cuando pretende “medicar” la tristeza y en general muchas de las emociones que son respuestas naturales y lógicas a lo que constituye el vivir mismo. ¿No es acaso normal sentirse deprimido si tu novia o esposa te deja por otro o te despiden de tu trabajo?

 

Estos críticos afirman que la depresión ha alcanzado proporciones de epidemia por lo que habría que cuestionarse cómo los psiquiatras están diagnosticando estos problemas. Sostienen que por muchos años los síntomas de la tristeza que tenían una causa se separaban de aquellos que no tenían causa aparente. Era a estos que se les llamaba “desórdenes mentales” y se les trataba como tales.

 

En la psiquiatría moderna – como también por cierto sucede con el resto de la medicina hoy en día – los doctores se concentran en los síntomas sin tomar en cuenta el contexto de las quejas de los pacientes. Si observan pérdida de apetito, insomnio, desesperanza o baja energía automáticamente diagnostican un cuadro de depresión clínica. El criterio corriente actualmente para una depresión importante no distingue entre reacciones “anormales” causadas por “disfunciones internas” y una “tristeza normal” causada por circunstancias externas. En esto como es lógico influyen los intereses de los doctores, compañías farmacéuticas e investigadores.

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Investigadores británicos examinaron a 493 niños y a 100 niñas con autismo.

Descubrieron que las chicas mostraban diferentes síntomas y menos signos de los síntomas tradicionalmente asociados con el autismo, como por ejemplo el comportamiento repetitivo.

Los científicos, que presentaron su trabajo en un encuentro de la Facultad Real de Psiquiatría (Royal College of Psychiatrists) del Reino Unido, dijeron que estos hallazgos pueden significar que hay casos entre las niñas que no son detectados.

Se cree que el autismo afecta cuatro veces más a varones que a mujeres, pero el último estudio sugiere que éste no es el caso.

Obsesión «femenina»

La mayoría de los niños y niñas investigados no padecen de autismo clásico, aunque sí tienen dificultades de socialización y comunicación

Los investigadores hallaron que las niñas son más propensas a tener un interés obsesivo en las personas y en las relaciones.

Pero es más probable que los padres acepten este interés y por lo tanto tiendan a no reportarlo a los médicos.

Además, este tipo de obsesiones son más difíciles de ser descubiertos usando cuestionarios estándar de diagnóstico.

Los científicos dijeron que es necesario realizar más investigaciones para analizar cómo el autismo se manifiesta de manera diferente en los dos sexos.

Consecuencias profundas

El profesor Simon Baron-Cohen, un experto en autismo de la Universidad de Cambridge, dijo: «Éste es un problema clínico importante y hay muy pocos estudios que lo investigan». 

Judith Gould, de la Sociedad Nacional de Autismo, indicó: «Oímos de muchas mujeres a las que se les ha diagnosticado tarde en sus vidas».

«La forma en que el autismo se manifiesta en las mujeres puede ser muy compleja y por lo tanto indetectable», agregó.

«Puede que, debido a errores de concepto o a estereotipos, a muchas niñas y mujeres con autismo nunca se las deriva para diagnóstico», señaló Gould.

Gould sostuvo que el hecho de que no sean diagnosticadas y por los tanto tratadas puede tener consecuencias profundas en ellas y en sus familias.

Añadió que también es posible que las mujeres sean mejores en tapar las dificultades para poder adecuarse a la sociedad.

«Características como la timidez y la hipersensibilidad, comunes en las personas con autismo, a veces son consideradas típicas del sexo femenino».

«Sin embargo, si un niño muestra esas características puede haber preocupación».

Fuente: BBC

Foto drp

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Oliver Sacks, neurólogo, reconocido escritor de obras como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero hace una reseña en la última edición del New York Review of Books sobre el libro Hurry Down Sunshine de Michael Greenberg, la historia de una joven maníaca-depresiva narrada por su padre.

 

La aparición de la manía es repentina y explosiva. Sally, llevaba ya varias semanas comportándose de manera extraña, dice Greenberg, su padre.  Estaba exaltada y desbordante de energía. Devoraba libros de Shakespeare hasta tempranas horas de la madrugada los cuales atiborraba de anotaciones, flechas, comentarios que ya no dejaban ver el texto original. Su conducta no parecía tener nada de patológico. Siempre tuvo problemas de aprendizaje desde pequeña, ahora, entrando ya en esa etapa de la vida en que uno necesita comprenderlo todo estaba volcada de frente hacia sus intereses intelectuales. Tenía un tiempo escribiendo poemas oscuros y densos a lo Sylvia Plath. Nada extraño, pensó,  para una joven brillante de 15 años. Un día cualquiera de julio no se sabe cómo ni porqué Sally entró en crisis. Se abalanzó sobre peatones en la calle zarandeandolos y demandando su atención. Confiando en sus supuestos «poderes» se lanzó en plena autopista a detener el tráfico. Ese día su padre se preocupó.

 

Robert Lowel describió algo muy similar en un ataque de “entusiasmo patológico” que sufrió:

La noche antes de que me encerraran corrí por las calles de Bloomington Indiana… Creía que podía detener los carros y paralizar sus fuerzas simplemente con pararme en la mitad de la autopista con mis brazos extendidos. 

Estas exaltaciones intempestivas y peligrosas son comunes al comienzo de un ataque de manía.

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Leyendo la prensa diaria uno no puede dejar de sorprenderse con el avance de la neurociencia que ha llegado ya a límites que casi colindan con la ciencia-ficción. Pronto será posible leer el pensamiento y modificar el comportamiento. Cada vez se comprende mejor la plasticidad del cerebro: cómo la experiencia y los hábitos modulan el cerebro y cómo estos cambios a su vez influyen sobre nuestras conductas y actitudes.

 

He aquí una entrevista que le hiciera Milagros Pérez Oliva de El País a Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-Allen Center de la Facultad de Medicina de Harvard, acerca de su trabajo con estimulación magnética del cerebro

 

Álvaro Pascual-Leone se educó en el Colegio Alemán de Valencia (España), lo que le permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania), pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurología con un propósito muy claro: dedicarse a la investigación.

«En ese momento no pensaba en ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gusto a tratar a los enfermos.

Quería investigar el cerebro porque me interesaba la filosofía y tenía claro el tipo de preguntas que quería hacer», dice.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota, asistió a una conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técnica que acababa de desarrollar, la estimulación magnética intracraneal. De eso hace 22 años y no recuerda cuántas veces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces su deseo de adentrarse por los dominios donde la neurología se encuentra con la filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética son realmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colocan en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero en absoluto amenazante, que el investigador va orientando hasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro que controla el habla. Cuando la localiza, te pide que le expliques una historia. Mientras estás hablando, activa un mecanismo y sientes como una pequeña descarga. No duele, sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca. Las palabras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, pero tu garganta no responde. Es como una de esas pesadillas en las que basta una palabra para que se abra la puerta que te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera de pronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que, en lugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes.

¿Por qué? Porque la función de cantar está en el lóbulo derecho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo. 

Los primeros trabajos sobre interferencias en el habla los realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publicado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psicología de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una función concreta, sino de modificar un comportamiento.

-Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho exactamente?
-Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio de una persona bloqueando determinadas partes de su cerebro.

Cosas que antes le parecían malas a esa persona, pasan a resultarle indiferentes.

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Investigaciones recientes han demostrado que el estrés y la depresión afectan la formación de nuevas células nerviosas en el cerebro, proceso conocido como «neurogénesis», y que este efecto inhibitorio puede contrarrestarse a través de tratamiento antidepresivo. Este artículo acaba de ser presentado en el XXI European College of Neuropsychopharmacology (ECNP) en Barcelona, España. 

El cerebro es el órgano clave en la respuesta al estrés, que reacciona de un modo complejo y orquestado, en consonancia con la activación e inhibición de las estructuras neurales que participan en los procesos sensoriales, motores, autonómicos, cognitivos y emocionales. Es el cerebro el que determina finalmente qué aspectos del mundo que nos rodea nos resultan amenazantes (pudiendo crear estrés) y el que regula las respuestas al estrés, las cuales pueden ser adaptativas o maladaptativas. El estrés crónico puede producir afectación cerebral que desencadene depresión. Entre los factores más poderosos que conducen a la depresión se encuentran los de estrés ambiental (ej. las situaciones laborales y familiares, las relaciones con los vecinos) y, muy especialmente, los acontecimientos estresantes en la vida de la persona, como el trauma o el abuso. Dado que el desarrollo de nuevos enfoques en el tratamiento de la depresión debe partir de un mejor conocimiento neurobiológico de esta patología y obtener información sobre los cambios celulares que tienen lugar a nivel cerebral.

La depresión: una carga creciente para la sanidad pública

La depresión es un trastorno crónico, recurrente, multifactorial, que pone en riesgo la vida del sujeto y que está representada por una serie de síntomas psicológicos, neuroendocrinos, fisiológicos y del comportamiento. La cronicidad y la frecuencia de estos síntomas determinan las características de la patología. Los trastornos depresivos afectan a hasta un 20% de las personas en algún momento de su vida. En atención primera, se estima que entre un 20% y un 50% de pacientes sufren de depresión pero a menudo no se diagnostica correctamente (Wittchen, 2000).

Los trastornos depresivos se encuentran entre las enfermedades de mayor prevalencia del mundo y originan problemas socioeconómicos y de salud publica considerables (OMS, 2001). Los enormes costes que ocasiona la depresión representan aproximadamente el 1% del producto interior bruto europeo (aproximadamente 100 mil millones de Euros). La depresión afecta a más de 120 millones de personas de todo el mundo y todo indica que irá en aumento para convertirse, en el año 2015, en una de las principales causas de discapacidad, únicamente por detrás de la enfermedad cardiovascular.

Cambios cerebrales desencadenados por el estrés y la depresión

Las zonas cerebrales más afectadas por las alteraciones asociadas a la depresión son la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo, zonas que juegan un papel crucial en las emociones, la memoria y el aprendizaje. Los cambios estructurales y funcionales que tienen lugar como consecuencia del estrés y/o una depresión grave son la reducción en volumen, tamaño neuronal y densidad, junto con alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral y el metabolismo de la glucosa. Asimismo, se ha registrado una menor densidad de las células gliales de soporte, consideradas fundamentales en la comunicación entre las células nerviosas, lo cual es especialmente relevante en la disminución del volumen de la corteza prefrontal y del hipocampo y que podría explicar algunos de los cambios emocionales que se observan en sujetos con depresión.

Neurogénesis en el cerebro adulto

La «hipótesis del estrés», utilizada para explicar los trastornos afectivos, ha propiciado el desarrollo de modelos animales para estudiar la depresión. En general, hoy en día se considera que los modelos preclínicos tienen un valor incalculable para su aplicación en la investigación sobre la psicopatología humana y, por tanto, son de especial interés en el estudio de la fisiopatología de la depresión y las respuestas específicas a tratamientos con fármacos antidepresivos. El descubrimiento de que el sistema nervioso adulto es capaz de reemplazar sus células ha suscitado un considerable interés en la comunidad científica. Hasta ahora se pensaba que las redes neuronales en adultos eran fijas e inmutables y que carecían de la capacidad de regenerarse. Esta aseveración la pronunció el famoso neurocientífico español Santiago Ramón y Cajal quien postuló que «todo puede morir, nada puede regenerarse» (Cajal, 1928). La investigación actual ha superado esta visión, al demostrar que la formación de nuevas células nerviosas (=neurogénesis) también se produce en el cerebro adulto. La neurogénesis puede verse modificada por la influencia de moduladores positivos tales como el aprendizaje, el ejercicio físico y la influencia hormonal y también de moduladores negativos como el estrés agudo y crónico.

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Un accidente cerebrovascular (ACV) puede ser muy debilitante pero con la apropiada rehabilitación el cerebro puede reorganizarse para compensar por la pérdida de funciones. Esta reorganización es posible por la plasticidad del cerebro pero uno nunca sabe cuáles serán las consecuencias, primero, del ACV mismo, y segundo, de la rehabilitación. 

Algo inesperado le sucedió a Ken Walters, un ingeniero inglés de 51 años, al tener un ACV. De acuerdo al Daily Mail Walters sufrió un ACV “ligero” en el 2005 y como consecuencia de ello descubrió en sí mismo un talento desconocido. Comenzó a dibujar primero con lápiz y luego que sus médicos lo motivaron a que desarrollara su talento empezó a crear complejas imágenes digitales utilizando el software que él mismo había diseñado. 

Walters comenzó a vender las imágenes por internet y realizó algunos contactos con compañías de computación. En octubre del año pasado fue contratado para desarrollar imágenes digitales para una empresa que produce juegos virtuales. Walters está ganando actualmente más de 30.000 libras esterlinas al año. 

Algo parecido le sucedió a Jill Bolte Taylor, la neuroanatomista de Harvard que, a raíz de su ACV, dice haber descubierto la espiritualidad, el nirvana y una profunda paz interior que nunca había conocido antes.

Definitivamente algo pasa en el cerebro como consecuencia de los accidentes cerebrovasculares y la reorganización posterior del cerebro. Parece que todavía falta mucho para comprender el misterio de la mente humana. 

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Como seres sociales que somos conocemos qué espera la sociedad de nosotros. Sabemos cuáles conductas y actitudes son socialmente aceptables y cuáles no. En nuestra vida diaria estamos evaluando constantemente nuestro comportamiento social y el de los otros y esto afecta cómo nos percibimos a nosotros mismos y a los demás. Si consideramos que hemos actuado moralmente bien nos sentimos orgullosos de nosotros mismos, si creemos que hemos actuado mal nos sentimos culpables. Es normal por lo tanto sentirnos culpables algunas veces cuando pensamos que no hemos actuado correctamente pero un sentimiento de culpa y auto-recriminación exagerados pueden indicar un desorden depresivo. La neurociencia actual está ayudando a comprender porqué algunas personas son más propensas a deprimirse que otras.

 

Un estudio reciente dirigido por el Dr. Roland Zahn de la Universidad de Manchester  y realizado en el National Institutes of Neurological Disorders and Stroke en los EEUU ha identificado por primera vez las áreas del cerebro asociadas a los diferentes sentimientos morales.

 

El interés principal del Dr. Zahn es determinar cómo se expresa o dónde se ubican en el cerebro los sentimientos de culpa ya que tienen una relevancia particular para su estudio sobre la depresión. La característica más distintiva de los desórdenes depresivos es una actitud negativa exagerada contra uno mismo. 

 

Una vez que conocemos cómo el cerebro de personas sanas responde a los sentimientos de culpa podremos entender mejor cómo y de dónde surgen las diferencias en la actividad cerebral de personas que sufren o tienen tendencia a la depresión, afirma el Dr. Zahn. Se ha demostrado que la región del cerebro que hemos determinado que está asociada a los sentimientos de culpa está anormalmente activa en pacientes con depresión severa. Al trasladar estos hallazgos en neurociencia cognitiva a la investigación clínica tendremos la posibilidad de descubrir las características anatómicas del cerebro que podrían encontrarse detrás de los desórdenes depresivos.

Estos resultados representan una contribución importante de la neurociencia para la comprensión de las causas de la depresión que redundarán eventualmente en una mejor prevención y tratamiento de la enfermedad.

Foto cortesía cherished79

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